lunes, 31 de diciembre de 2012

EL EGO Y EL ESPIRITU



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En nuestra mente conviven dos maestros: el ego y el espíritu. Son dos voces que nos hablan desde nuestro interior y sus mensajes son completamente opuestos. Esas voces se encuentran debatiendo entre sí para tratar de convencernos de qué camino tomar. Es nuestra función elegir a quién queremos escuchar. No podemos seguir los dictados de ambos a la vez porque sus mensajes son muy diferentes. Lo que vamos a manifestar externamente estará de acuerdo con el maestro que elegimos escuchar.
El ego es el conjunto de pensamientos que nos definen como individuo, y que contiene toda nuestra historia. En él se resume la influencia de  nuestros padres, maestros, parientes, amigos; de las personas que frecuentamos socialmente, la cultura y la sociedad a la que pertenecemos. El ego resume todo lo que crees acerca de ti mismo; todo aquello que has aceptado como verdadero a lo largo de tu desarrollo hasta el presente. Tu ego te dice que tienes cierta apariencia física, un determinado color de piel, cierto nivel cultural, que perteneces a un estrato social, y demás. En síntesis, es el conjunto de pensamientos que te describen a ti mismo.
Pero el problema del ego es que lo que él cree es una idea limitada de ti mismo, te lleva a identificarte con tu cuerpo físico y te hace sentir vulnerable. El ego te hace pensar que eres un ente separado de los demás.
El espíritu, por otra parte, te recuerda que eres un ser espiritual perfecto, eterno y poderoso y que estás viviendo una experiencia terrenal. El espíritu también te recuerda que nada ni nadie puede hacerte daño,  cree en la unidad y te recuerda que todos estamos conectados. Dicho de otra manera, es espíritu te recuerda que el Hijo de Dios es Uno solo y que todos juntos formamos parte de EL.
El mecanismo principal del ego es la culpa; el del espíritu es el perdón.
Cuando atravesamos una crisis, el ego siempre habla primero y con voz más fuerte y con muchas palabras, recordándonos lo malo de la otra persona, justificando la situación a nuestro favor diciéndonos la mala suerte que nos acompaña, lo mucho que hemos dado y lo poco que hemos recibido, y mostrándonos con detalles “abundantes” los defectos del otro. De ésta manera nos convenceremos de la culpabilidad del otro. Los mensajes del ego generan ansiedad, miedo y culpa. Mientras que el ego genera toda clase de pensamientos atormentadores, el espíritu nos recuerda que todo lo sucedido era perfecto y necesario para tu evolución, que no hay culpables ni castigos, que todo forma parte de un proceso de aprendizaje. Los mensajes del espíritu son consoladores y muy reveladores porque, gracias a ellos, entendemos la razón por la cual nos sucede aquello que nos sucede. Cuando una relación se basa en los dictados del ego, se crea una dependencia de uno con el otro; si la relación se basa en los dictados del espíritu se crea una relación de compañerismo y ayuda mutua.
Como estudiante de ésta ciencia hay que aprender a discernir a quien estamos escuchando. Esto es muy fácil ya que si perdemos el sueño o vivimos atormentados, sabemos a quién estamos escuchando. En cambio si sentimos paz, armonía y vivimos sin apuro, estaremos prestando atención a nuestro espíritu.
Debemos tener siempre presente que nosotros venimos al planeta con la única función de sanarnos a nosotros mismos

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